Esta mañana, la Organización Internacional del Reactor Experimental Termonuclear (ITER) anunció un nuevo retraso en la puesta en marcha del tokamak más grande del mundo, posponiendo sus operaciones al menos una década más.

ITER, un dispositivo de fusión magnética en forma de rosquilla, utiliza campos magnéticos para controlar plasmas sobrecalentados y así inducir la fusión nuclear. Este proceso, que combina núcleos ligeros para formar uno nuevo, libera una enorme cantidad de energía. Aunque la fusión nuclear se considera una potencial fuente de energía libre de carbono, los desafíos económicos y de ingeniería son significativos.

El cronograma anterior del proyecto, establecido en 2016, se vio interrumpido por la pandemia global que comenzó en 2020, retrasando aún más el progreso del ITER. Según un informe de Scientific American, el costo del ITER es cuatro veces mayor que las estimaciones iniciales, superando los 22 mil millones de dólares.

Pietro Barabaschi, director general del ITER, explicó que el objetivo del primer plasma en 2025 ya no es factible. En lugar de ello, la nueva línea de base prioriza el inicio de las operaciones de investigación y la puesta en marcha del experimento con más capacidad de calefacción externa. La energía magnética plena se retrasa de 2033 a 2036, mientras que las operaciones de fusión deuterio-tritio se posponen de 2035 a 2039.

Los estados miembros que financian el ITER son la Unión Europea, China, India, Japón, Corea del Sur, Rusia y Estados Unidos. Aunque el progreso es lento y costoso, esta semana se anunció el envío de las bobinas de campo toroidal del tokamak, un hito después de 20 años de fabricación. Estas bobinas de 17 metros de altura se enfriarán a -269 grados Celsius para ayudar a controlar las reacciones en el interior del plasma.

El ITER tiene como objetivos demostrar los sistemas necesarios para la fusión a escala industrial y lograr un punto de referencia científico llamado Q≥10, es decir, 500 megavatios de potencia de fusión con 50 megavatios de potencia de calentamiento en el plasma, y Q≥5 en el funcionamiento estable del dispositivo. Estos objetivos son ambiciosos, pero los experimentos de fusión nuclear en entornos de laboratorio están ayudando a los científicos a avanzar hacia reacciones que producen más energía de la que consumen.